Junio nos trae a un lugar hermoso en nuestro viaje de fe, con tres celebraciones litúrgicas que ofrecen valiosas reflexiones teológicas sobre la presencia de Dios en nuestras vidas.
Este Domingo celebramos la Ascensión del Señor. Debe de haber traspasado los corazones de los discípulos que el Señor que acababa de resucitar los dejara. Solo después de Pentecostés lo entenderían por completo. Si se hubiera quedado con ellos en persona, ellos siempre hubieran esperado que Él tomara las decisiones importantes para la Iglesia. Pero a través de su ascensión al Cielo, Jesús nos enseña que cada uno de nosotros, con nuestros carismas y roles distintivos, somos los cuidadores de la Iglesia.
En Pentecostés, Dios se hizo presente por el Espíritu Santo. Jesús había prometido, “…les conviene que yo me vaya…y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad”. (Jn. 16:7,13). En un sentido, la Ascensión y Pentecostés son maneras de Dios de empoderarnos no solo para ser la Iglesia sino para liderar la Iglesia con vidas de fe y verdad.
El 22 de junio, celebramos la Solemnidad de Corpus Christi. No puedo evitar maravillarme de las palabras de Jesús que aún suenan ciertas hoy en día cuando dijo a sus discípulos, “No los dejaré huérfanos, sino que volveré con ustedes” (Jn. 14:18). En esta gran solemnidad reconocemos que el Dios de la historia, quien de tantas maneras está más allá de nuestro entendimiento, viene a nuestra presencia de maneras que podemos comprender – en pan y en vino consagrados que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Estos tres eventos litúrgicos nos recuerdan que Dios no está lejos –está cerca de nosotros y quiere vivir nuestras vidas con nosotros de manera real. Con este gran regalo, permanecemos siempre agradecidos por la decisión de la Suprema Corte de anular Roe Vs. Wade, defendiendo el don de la vida dado y sostenido por la presencia del Espíritu Santo y la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Debemos mantenernos vigilantes para garantizar que los más vulnerables entre nosotros, los no nacidos, estén protegidos y para que sigamos caminando con las madres necesitadas a través de nuestro apoyo pastoral y material.
Con estos días profundos de la presencia de Dios, juntos, continuemos orando por un nuevo obispo. Que el Espíritu Santo inspire al Papa León XIV a escoger a un obispo de acuerdo al corazón del Buen Pastor, Jesús, que lidere a esta iglesia local con un celo amable y atención pastoral.